Sunday, December 02, 2007

Ahora sí, "Cuando tengo clases me salen ojos"


Sí, te digo que estaba yo ahí, enfrentito de la que dizque guía. Nos estaba diciendo que si Sócrates, que si Aristóteles; ya sabes, las mamadas que cavilaban esos weyes, pero que inevitablemente te pones a pensar en que si son pendejadas o no tanto. Entonces ahí, en el mero meollo (cómo me gusta esta palabra), como tragedia de Shakespeare: “se caen o no se caen”, el problema es que siempre se caen y no es que lo haga a propósito (sólo cuando estoy solo), sino que de pronto comienzo a sentir un ligero entusiasmo, como un “¡agüevo!, ya le entendí” y moooledoñamaría, siento cómo se desprende algo de adentro, a veces muy cerquita a veces más lejitos, pero algo se rompe y los ojos comienzan a resbalarse, como un par de hojas que han caído y no saben a donde van. Aunque no siempre se caen los dos, a veces sólo es uno, a veces el izquierdo, a veces el derecho; eso me dificulta la visión. Cuando se caen los dos no hay tanto pedo, los dos salen igualitos, con la misma manera de mirar, pero cuando se cae uno el otro generalmente sale diferente y no veo bien, como si todo estuviera obnubilado, a veces me tropiezo y hasta me caigo, pero después me acostumbro y distingo, como Descartes.
Sí, mira: cuando comienzo a sentir que algo ya se tronó allá adentro salgo corriendo para el baño, me tapo la cara por si se me llegan a caer antes de entrar al salón de los tronos y me encierro directito en uno. Imagínate que se me llegan a caer y me resbalo con ellos o peor aún que alguien me los pise, seguramente a ti no te gustaría que pisaran tus ojos, con los que has visto tanto tiempo y tantas cosas, que ya no los vayas a usar no quiere decir que dejan de ser tuyos ni que dejas de quererlos. Por eso siempre traigo frasquitos. Voy, me encierro en el baño, se me caen los ojos, siento cómo me van saliendo los otros y cuando puedo ver guardo los que se me cayeron en el frasquito, llego a mi casa y lo amontono junto con los demás.
A veces, es como cuando te cortas, a veces te duele cuando cicatriza y a veces no tanto. Es lo mismo. A veces me duele que se me caigan, a veces me duele que me salgan, todo duele alguna vez.
En realidad me pasa en todas partes. Si voy caminando por la calle, viendo cualquier cosa de pronto siento aquello y tengo que sentarme en el suelo, no sé, hacer como que estoy llorando o como que estoy dormido, tomar mis ojos y esperar a que salgan los otros. Es más fácil en la escuela, voy corriendo al baño y no hay tanto problema, o en el cine, ni siquiera tengo que moverme, en la oscuridad nadie te ve, en ese momento todos confunden el mundo con la pantalla y desaparecen.
Sí, es cansado, a veces la gente cree que uno está loco, y no es que no lo esté, pero no tanto. Lo único que pasa es que se me caen los ojos, ¿qué tan grave puede ser?


No, diles que no puedo salir, que estoy enfermo o cualquier cosa (cualquier cosa menos que se me caen los ojos). Es que llevo aquí más de dos horas esperando a que salgan y nomás no. Nunca me había sentido tan nervioso…


Ni siquiera puedo llorar, me faltan mis ojos. ¿Y si nunca más vuelven a salir? No he ido a la escuela. Ya no podré salir, ni andar en la patineta, ni siquiera podré leer… bueno eso sí, pero no será lo mismo, no podré ver cómo se hilan las palabras como un metro naranja o como un extinto tren, ni cómo revolotean cuando los pájaros vuelan, ni cómo van sonando como sonajas en un poema. Creo que sentí algo… Nada. Ni uno chiquito ni una lagrimita ni una esperanza. Nada. Sólo un crujido y oscuridad.
Aún no logro entender que ya no puedo concebir mi entorno como una totalidad, ahora tengo que ir conociendo las cosas one by one, o sea, una por una. Fijarme en los detalles para no confundirlos, en sus sonidos, en lo que, inevitablemente, me dicen. Sí, a que eso no se lo esperaban, eh. Uno comienza a escuchar (si es que puede hacerse sin los oídos, así como ver sin los ojos, así como yo) y entonces no queda de otra mas que escuchar todo lo que las cosas gritan, que si la planta ya tiene sed, que si el perro está cansado, que si la tele está envejeciendo, que si la silla está llorando, que si la tía está amargándose, que si el limón está dulce, la cama enamorada, la bicicleta adormecida, el radio ensordecido, la estufa convirtiéndose en refrigerador y el refrigerador convirtiéndose en una jirafa come lácteosfrutasyverduras (sí, es que aquí todos se las dan de sanos). Sí, ya sé que me excedí, pero es que el otro día el mapa me dijo que se había perdido entre Estonia, Letonia y Lituania y yo no pude evitar reírme como imbécil o como un cable chispeando, lo que más les guste. El punto es que esto ha pasado de ser una tragedia chexpiriana a ser un descanso maravilloso (sí, lo sé, es una cursifresada). O quizá no, pensé en que ahora ya no tendría que ver los asesinatos en la tele, sí, la que se cree vieja; el problema es que ahora los escucho y siento más profundo el dolor, y, como siempre, siento cada grito como un arma en la cabeza, “unas ganas de no verte nunca más”, ¿así iba la canción?


Manchas de colores, eso es todo. Manchas sin forma ni conexión, no hay tamaño, no hay distancia, sólo tropiezo, es que no me había dado cuenta de que estaba cerca, es que ya no sé lo que es cerca o lejos. Luz moviéndose por todas partes y ella hablándome, sé que lo hace porque la he tomado del rostro y siento cómo se mueven sus labios, sus mejillas, sus ojos y siento el sonido que se fuga por todas partes. Comienzo a mirarla, a distinguir que es ella, distinta de la mesa o de la silla y a veces distinta de mí.
Así como dejar de mirar implica la concepción de un mundo distinto (ja, sí, otra cursifresada), y me refiero a que no es lo mismo permanecer distante de todo y aún así creer que se conoce, que no es lo mismo saber de alguien por mirar cómo camina o que sus ojos son café, sino por sentirlo en el aire y escuchar cómo los ojos van convirtiéndose en verde; así también el mirar de nuevo es cambiar el ser tú, como ser un punto, es la manera de ser ese punto, pero ahora que recuerdo, un punto puede ser cualquier cosa, un cuervo con sombrero de charro, una bicicleta, un pie, un dibujo o el regalo de un amigo, sí, como él. Entonces… no sé qué estaba diciendo, la verdad es que tampoco importa, pero seguro que se trataba de hablar de la luz, y no me refiero ni a Sol, ni al día, ni siquiera sé si podría tratarse de la noche, sí, aquella en la que te he conocido y en que los ojos, ojos eran, en que las manos no eran nada, en que las estrellas eran como mares de girasoles o quizá sólo eran bolas gigantes de gas quemándose a miles de millones de kilómetros de aquí (claro, si estaban cerquita), porque las cercas separan, pero cómo podría yo separarme de ti (?) y de tu rostro que habla y se mueve todo en voz, porque seguramente sabes que no sólo caminas con las piernas, sino que caminas empujando y jalando desde tus brazos, desde los ojos o la cadera o esa ronchita eterna que tienes en el brazo. Lo cierto es que antes, cuando tenía clases se me caían los ojos y los coleccionaba, por mamón seguramente, mamón como todo el mundo, como una revista de arquitectura o de literatura, como un poeta melancólico o como un escritorio de vacío, o simplemente como tú que estás leyendo las pendejadas que estoy diciendo. El punto es que guardaba los ojos como mi manera de recordar, como si con colocarlos en mi mano pudiera saber qué había ocurrido, claro, eso nunca pasó; pero lo que sí pasó es que un día, como tantos otros, se cayeron, se quedaron en un frasquito con una etiqueta que no supe llenar después, porque los círculos y los triángulos y los ciento ochenta grados nunca fueron iguales, ya no era el saber que los ángulos son rectos o si son de margaritas, pero eso no importa; lo que sí importa es que la planta se secó y que la televisión dejó de funcionar, la tía hace pasteles y que tú no tienes ni puta idea de lo que ha sido esto, de lo que has sido para mí, de lo que, seguramente, mis ojos han sido para ti. Pero esto no era lo que yo quería decir, lo que yo quería decir es que los ojos se caen y nunca más salen, nunca más, como un cuervo o una maldición. Y adiós. Y fin.

4 comments:

Gerardo said...

¡SACO!... ¡estuvo intenso!... ultra locochón acá mafufo. La verdad perdi ya tres veces el hilo a la mitad. Ya no sé si me estás hablando a mí o a alguien en específico.
Veo que te decidiste por la idea esa de que ya no salen los ojos, pero la verdad, me quedé picado... ¿cuándo vas a publicar la siguiente parte?
Mira, el texto me parece fluido hasta que llego a alguna parte en la que me pierdo en el debraye. Además noté un cambio brusco en el tiempo. Habías concluido en que se te caian los ojos y eso qué tenía de malo. Luego de repente ¡ya no hay más ojos! Entonces ya no entendí si era el diario de Maria Daniela o si estaba contando las cosas en el momento en que sucedían. Y luego lo de las cosas que hablan, ¿no está muy jalado ya? digo, las cosas que dices de cada cosa estan super guau (como quie dice), y estan chidas en la onda del debraye y el malviaje y todo eso, pero... ¿eso no era para el siguiente cuento? Es que, bueno, agarrame la onda, no estoy acostumbrado a la gente a la que se le caen los ojos, y menos aún si encima de esto escucha a la tele decir que está vieja. No sé, disculpa mi poca cultura y mi poco sentido de imaginación, ¿era un comentario, no?...

Bueno...

... y ya.

emp said...

gracias, gerardo, tus comentariso, siempre ayudarán...

pues sí, de pronto hay un cambio, es como el proceso por el que pasa para dejar de ver, y de pronto ya nbo sabe si le gusta más ver o dejar de ver, las cosas no son para nada iguales, qué bueno que te haya causado eso.

TonatihuTorres said...

Hola:

Es una buen arranque el asunto de los ojos. Habría que ver que si eres capaz de escribir "chexperiana" y "moledoñamaría" sin comillas, resulta un poco inconsistente que pongas "cavilaban" con ellas. Si la intención es hacer resaltar alguna especie de ironía, se puede entender sin las comillas. Si era por otra cosa, da la impresión de que tratas el lenguaje con pincitas. Sugeriría, pues, que se volaran.

Te decía que el arranque es bueno y no tengo ninguna objeción. Ahora que si un día no tienes nada qué hacer, ve qué pasa si empiezas por el párrafo "Ni siquiera puedo llorar, me faltan mis ojos" (dicho sea de paso, sería mejor si fuera "me faltan LOS ojos").

Las últimas tres o cuatro líneas son muy buenas, un final casi descuidado (que, desde luego no lo es). Eso está bien, muchos cometen el error de dar a sus cuentos finales grandilocuentes.

Sólo una objeción, a veces pareciera como si los elementos líricos del cuento no coincidieran con el tono del narrador, ejemplo: "como sonajs de un poema". Es posible que no haya captado la entonación, pero creo que el personaje tiene otro tipo de discurso.

Bygón

emp said...

El hecho de que diga "mis ojos" y no "los ojos" tiene qué ver con que está muy apegado a ellos, no sé si quitarlo, y mira que lo pensé, porque no sé si se siga sintiendo ese apego.

Tengo una duda: ¿crees que un cuento podría empezar en donde fuera después de haberlo escrito?

Por cierto... sí, a veces no distingo cómo escribir por acá y cómo escribir para los trabajos, supongo que se mezclan y por eso parece que trato al lenguaje con pincitas.

Cuídense mucho y un placer como siempre leerlos.