Friday, August 24, 2007

mordaza

¿Y qué querías que dijera si me tenía amordazado?
Con las manos atadas a la cabecera de una dura cama, acaso con las esposas que cuelga en el espejo retrovisor de su carcacha, y los pies atados uno al otro con no sé qué trapo pestilente.

Con un cuchillo poco filoso desgarró mi camisa e hizo una herida en mi costado. Dejó el cuchillo ensangrentado en la mesa y el mantel se tiñó de rojo. Se dedicó de pronto a darme golpes en la cara, se siguió con mi espalda y piernas, y ya que me tenía en el suelo comenzó a patearme y a maldecirme a mí y a mi madre, como si ella tuviera algo que ver.
Con la sangre que me salía del costado, comenzó a embarrarme todo el pecho y luego los brazos y la espalda. Se chupó los dedos como quien se come un durazno en almíbar. Su mirada lo decía todo: quería matarme, pero a su vez disfrutarlo como se disfruta un helado.

Salió por un momento, mientras yo intenté incorporarme aún con las manos esposadas.
En cuanto le oí venir me invadió un miedo terrible, si no me hice pipí fue porque no había tomado nada hacía ya un día.

De un patadón tremendo abrió la puerta, trozos de madera volaron hasta donde estaba yo encogido de hombros y temeroso. Abrí un ojo y vi que llevaba unas sogas en las manos. A madrazos me hizo tenderme completamente en la cama y me amarró los pies a la base de la cama.

Suplicaba por que esto se acabara pronto... pero tal parecía que cuanto más me veía rogándole piedad con los ojos, más odio le arrebataba y más disfrutaba de mi dolor y mi cuerpo literalmente destrozado. Me desnudó por completo de una manera tan violenta, terrible y a la vez tan diligente utilizando sus dedos puntiagudos para desgarrar mis ropas, que no puede evitar pensar "¡qué hábil, qué maestría!". Claro que esto no me hizo sentir ninguna comodidad ni ninguna confianza ante ese menstruo que me atacaba constantemente con golpes y azotes desmesurados llenos de una ira incontenible.
De pronto, todo cesó. Al no sentir más sus manos sobre mí, entreabrí un ojo. La vi ahí, frente a mí, como si quisiera decirme algo o como si ni si quiera se hubiera percatado de mi presencia, no lo sé. Se soltó el pelo, y así, como si no estuviera, caminó sensualmente hacia el espejo y comenzó a acariciarse lentamente, deleitándose a cada caricia con su propia figura reflejada. Se volvió hacia mí y haciendo movimientos parsimoniosos, tomó su mascada y me la ató en los ojos. Se quitó poco a poco la ropa, entonces me puse a escuchar cada sonido. El cierre de su vestido bajando delicadamente, sus zapatillas cayendo a la par sobre en entarimado, el sonido casi inaudible de los broches al desprender de su cuerpo el sostén, el sonido en la mesa al dejar caer un diminuto dije, el rozar de otra prenda corriendo por sus muslos, y ella... su silente respiración e incluso una distante percusión cardiaca excitada. Comenzó a lamerme la herida. Era algo completamente extraño, era como si quisiera hacerme sentir algo de paz antes de dar su golpe final. A pesar del miedo que sentía, supliqué que no dejara de hacerlo. Me sentía realmente confundido: pasmado del temor a la vez de una sensación sorda de placer. Me di asco.

Pero ahora que lo pienso, nunca me había excitado tanto.
Me hizo el amor tan salvajemente como nunca nadie lo había hecho. Luego dormimos largamente. Yo aún atado y ella acurrucada en un abrazo. Nadie, ni ella, sabía lo que sucedería.

1 comment:

emp said...

no entendí ni puta madre... de pronto gisra radicalmente hacia algo que no sé qué es.

me parece bueno aunque... chachachachan... creo que puedes pulir mucho más la prosa, insistimos, leelo en voz alta y date cuenta de que de pronto usas frases comunes, hay que trabajarlo más y si pudieras explicármelo un poco estaría mejor.

jaja

que tengas buen día